John
M. Gottman llevó a cabo una investigación durante diecisiete años
con miles de parejas voluntarias. Estas debían pasar un fin de semana en el “laboratorio
del amor”, que no era otra cosa que un apartamento donde debían actuar de
la forma más natural posible, como si estuvieran en su propia casa, mientras se
les grababa y observaba mediante espejos unidireccionales, a modo de “Gran
Hermano”, así como también se registraban medidas psicofisiológicas que
pudieran indicar tensión o relajación.
Como
resultado, Gottman encontró que se daban siempre
ciertas características comunes en la forma de interactuar y de comunicarse de
aquellas parejas infelices e insatisfechas con su relación. Hay algunas señales, que van más allá del mito de la
“falta de comunicación”, que indican que en una pareja hay problemas.
Tanto, que según este autor, permiten predecir en un 91 % si un matrimonio
triunfará y permanecerá unido, o fracasará y se separará tarde o temprano.
¿Quieres saber cuáles son estas señales?
PRIMERA SEÑAL:
PLANTEAMIENTO VIOLENTO
El
mejor indicativo de que el matrimonio no va por buen camino es la forma en que
se plantea la discusión: mediante un tono
negativo, con expresiones de desprecio, sarcasmos, críticas y acusaciones. No necesariamente implica un tono de voz elevado, ni
gritos ni agresividad. Las parejas felices puedes discutir a gritos; las
discusiones no son las que dañan la relación, de hecho discutir es necesario y
beneficioso en muchas ocasiones, lo que verdaderamente daña la relación es cómo
se discute.
SEGUNDA SEÑAL: LOS
CUATRO JINETES
Algunas clases de negatividad son tan
letales para una relación que Gottman los llama los Cuatro
Jinetes del Apocalipsis, pues cabalgan juntos
hacia el fin. Suelen suceder en el siguiente orden, aunque no necesariamente, y
casi siempre se simultanean.
EL
PRIMER JINETE: LAS CRITICAS
Es
normal tener quejas sobre tu pareja; sin embargo, una queja se diferencia de
una crítica en que esta es más
global que la queja, e incluye palabras negativas sobre el carácter o la personalidad
de la pareja, así como culpa y difamación.
Una queja, en cambio, se refiere a una acción específica en la
que el cónyuge ha fallado, se centra en un comportamiento concreto, no en la
personalidad o conjunto global del otro.
Sin
embargo, las críticas son muy comunes en las parejas. El problema de estas es que
si se hacen demasiado frecuentes, preparan el camino para los otros tres
jinetes.
EL SEGUNDO JINETE: EL
DESPRECIO
El desprecio es
el peor de los cuatro jinetes y puede tomar múltiples formas de manifestarse en
una discusión: mediante sarcasmos, ironías, escepticismos, insultos, gestos de
poner los ojos en blanco y otras muecas despectivas, la burla o el humor hostil son
las más comunes. El desprecio, en cualquiera de sus formas, envenena las
relaciones porque implica disgusto, y aumenta siempre el conflicto, en lugar de
favorecer la reconciliación. Despreciar implica intentar rebajar al otro,
menospreciarlo, sentirse superior.
Asimismo,
la beligerancia,
prima hermana del desprecio, es igualmente letal para una relación. Es una
forma de enfado agresivo porque contiene una amenaza
o una provocación.
EL
TERCER JINETE: LA ACTITUD DEFENSIVA.
La actitud
defensiva podría ser comprensible cuando se está siento atacado
mediante críticas y desprecio, pero rara vez surte efecto, pues el cónyuge
agresivo o despectivo no da su brazo a torcer ni pide perdón, y además es en
realidad un modo de culpar a la pareja, pues se da a entender que “el
problema no soy yo, eres tú”. La actitud defensiva sólo agrava el
conflicto, y por eso es peligrosa.
Sin
embargo, las críticas, el desprecio y la actitud defensiva no siempre suceden
en este orden. A menudo se van “pasando el testigo” de uno a otro de forma
cíclica si no se le pone fin.
EL
CUARTO JINETE: ACTITUD EVASIVA.
Significa cerrarse,
distanciarse y evitar la pelea con la pareja, pero
esto, aunque pueda parecer lo contrario, también es peligroso y pone en peligro
una relación.
Durante
una conversación típica entre dos personas, el receptor ofrece una serie de
señales para que el emisor sepa que lo escucha. Estas señales pueden ser
contacto visual, movimientos afirmativos con la cabeza, decir de vez en cuando
“sí”, o “ya”. Pero una persona con actitud
evasiva no ofrece estas señales de reconocimiento, sino que
tiende a apartar o bajar la mirada sin pronunciar palabra, actuando como
si no le importara en absoluto lo que está diciendo, o peor aún, como si
ni siquiera le estuviera oyendo.
La
actitud evasiva suele llegar más tarde que los otros tres jinetes, por eso no
se da con frecuencia en matrimonios o parejas recientes. Además, suele darse
más en hombres que en mujeres.
LA TERCERA SEÑAL:
SENTIRSE ABRUMADO.
Generalmente
la gente acaba recurriendo a la actitud evasiva como protección para no sentirse
abrumadas. Esto sucede cuando la negatividad de uno
de los cónyuges (ya sea en forma de crítica, desprecio o incluso actitud
defensiva) resulta tan súbita y abrumadora, que la otra persona se
siente conmocionada, tan indefensa ante la agresión que haría cualquier cosa
para evitar una réplica. Y ante las señales que
indiquen que puede repetirse, se estará alerta para protegerte. Y la forma de
hacerlo es distanciarte emocionalmente de la relación.
LA CUARTA SEÑAL: EL
LENGUAJE DEL CUERPO
Los
cambios fisiológicos que se dan en la persona en plena discusión tensa con su
pareja también pueden indicar y predecir una ruptura.
El estrés
físico que causa el hecho de sentirse abrumado tiene
reacciones físicas como aceleración del ritmo cardíaco hasta
100 o incluso hasta 160 latidos por minuto, cuando en hombres el ritmo normal
es de entre 30 y 76, y en mujeres de unos 82. También se dan cambios
hormonales, como secreción de adrenalina, que
estimula la respuesta de lucha o de huida. Asimismo, aumenta
la presión sanguínea.
Estos
cambios son tan notables que si uno de los cónyuges se siente abrumado con
frecuencia durante las discusiones matrimoniales, es fácil predecir que
acabarán divorciándose, pues indica que al menos uno de los cónyuges siente una
grave tensión emocional al tratar con el otro, y que las sensaciones físicas
que provoca el sentirse abrumado imposibilitan cualquier conversación
productiva capaz de solucionar un conflicto. En estas circunstancias, nuestra
habilidad para procesar información queda reducida, lo cual significa que es
más difícil prestar atención a lo que el otro está diciendo. Desaparece
cualquier posibilidad de solucionar el problema.
Cuando
los cuatro jinetes aparecen constantemente y cuando alguno de los cónyuges se
siente abrumado con frecuencia, la relación tiene graves problemas. Cuando una
persona se siente abrumada es prácticamente inevitable que se distancia de su
pareja. Esto a su vez hace que el otro cónyuge se sienta solo. Sin ayuda, el
matrimonio terminará divorciándose o viviendo una relación muerta en la que
ambos mantendrán vidas paralelas y separadas bajo el mismo techo, y aunque tal
vez realicen algunas actividades juntos, ya no se sentirán conectados
emocionalmente.
LA QUINTA SEÑAL:
INTENTOS DE DESAGRAVIO FRACASADOS.
Un factor crucial en el patrón que sigue una pareja ante cualquier desacuerdo
es si los intentos de desagravio funcionan o fracasan; los intentos
de desagravio son esfuerzos que realiza la pareja para mitigar la
tensión durante una discusión, para frenar y poder así evitar que alguno se
sienta abrumado.
Los intentos de desagravio salvan el matrimonio no sólo porque mitigan la tensión
emocional entre los cónyuges, sino porque al bajar el nivel de tensión también
evitan que el corazón se acelere y provoque que alguno de los dos se sienta
abrumado. Sin embargo, cuando los cuatro jinetes gobiernan la comunicación de
una pareja, los intentos de desagravio no suelen ser siquiera advertidos.
En los matrimonios infelices se desarrolla un círculo vicioso entre los cuatro
jinetes y los intentos de desagravio fallidos. Cuanto más desdeñosa y defensiva
es la pareja, más veces se sentirán los cónyuges abrumados, y más difícil les
resultará oír y responder a un intento de desagravio. Y puesto que los intentos
de desagravio pasan inadvertidos, el desdén y la actitud defensiva aumentan,
los cónyuges se sentirán más abrumados, y esto a su vez hará más difícil oír el
siguiente intento de desagravio. Hasta que por fin uno de los cónyuges se
distancia.
Sin
embargo, el éxito o el fracaso de un intento de desagravio no tienen que ver
con la elocuencia de la frase, sino con el estado del matrimonio. En los
matrimonios emocionalmente inteligentes se da una amplia gama de intentos de
desagravio. Cada persona tiene su propio estilo, y estas reparaciones mantienen
el matrimonio estable porque impiden que los cuatro jinetes se asienten del
todo. Pero si no existen intentos de desagravio, o si estos intentos pasan
desapercibidos, el matrimonio corre serio peligro.
Irónicamente,
vemos más intentos de desagravio entre las parejas con problemas que en los
matrimonios estables. Cuanto más fracasan los intentos de desagravio, más
recurren a ellos la pareja.
LA SEXTA SEÑAL: LOS
MALOS RECUERDOS.
Cuando
una relación queda inmersa en la negatividad, no sólo corre peligro el presente
y el futuro de la pareja, sino también el pasado. Las parejas que mantienen un
punto de vista negativo sobre su pareja y su relación suelen reescribir
su pasado. Incluso sin conocer los sentimientos
actuales, es posible predecir las perspectivas de divorcio preguntando acerca
del noviazgo inicial, la boda, el primer año de convivencia…
En los matrimonios felices, los cónyuges miran atrás con cariño, tienden a
recordar los momentos buenos más que los malos. Y cuando hablan de tiempos
difíciles, glorifican las luchas que han mantenido y sienten que juntos sacaron
fuerzas de la adversidad.
Pero
cuando un matrimonio no va bien, la historia se escribe de nuevo, para peor.
Otra triste señal es cuando resulta difícil recordar el pasado: se ha convertido en algo tan poco importante o tan
doloroso que han dejado que se desvanezca.
Cuando una pareja llega al punto de reescribir
su historia, cuando sus mentes y sus cuerpos
imposibilitan la comunicación y la solución de problemas, el fracaso es casi
inevitable. Los cónyuges se encuentran constantemente en alerta roja. Puesto
que siempre esperan una batalla, el matrimonio se convierte en un tormento. El
resultado comprensible es el abandono de la relación.
Llegado a este punto, algunas personas abandonan el matrimonio de forma
literal, divorciándose. Otras lo hacen simplemente viviendo vidas separadas
bajo el mismo techo. Sea cual sea el camino, existen cuatro
etapas finales que señalan la muerte de una relación:
- Considerar
que los problemas matrimoniales son muy graves.
- Hablar
parece inútil, cada uno intenta solucionar los problemas a solas.
- Empiezan
a llevar vidas separadas.
- Se
sienten solos.
Cuando
una pareja llega a la última etapa, uno de los cónyuges, o ambos, puede tener
una aventura. Pero una relación extramatrimonial es
por lo general un síntoma de un matrimonio
moribundo, no la causa.
El fin del matrimonio podía haberse predicho mucho antes de la “aventura”. A
menudo en este estado, las parejas comienzan a buscar ayuda para salvar su
matrimonio, cuando están ya inmersas en aguas turbulentas. Pero
se podrían haber visto las señales de aviso mucho antes. Los problemas incipientes pueden verse en:
- Lo
que los cónyuges se dicen el uno al otro (la prevalencia de planteamientos
violentos en las conversaciones, los cuatro jinetes y la negativa a aceptar
consejo).
- El
fracaso en los intentos de desagravio.
- Las
reacciones fisiológicas (el hecho de sentirse abrumados).
- Los
constantes pensamientos negativos sobre el matrimonio.
Cualquiera
de estas señales sugiere una separación emocional.
Sin
embargo, a pesar de lo pesimista de todo lo anterior, hay buenas noticias, incluso
una pareja que ha tocado fondo puede revivir si recibe la ayuda adecuada. Y esta, según Gottman, no se basa en “resolver las
diferencias entre los cónyuges o mejorar la comunicación”, como casi todos los
terapeutas de pareja aconsejan, ni siquiera en enseñar a las personas a
discutir sin dar cabida a los cuatro jinetes y sin sentirse abrumada.
La
clave para reanimar una relación o ponerla a prueba de divorcios reside en
realidad en cómo se comporta un cónyuge con el otro cuando no está discutiendo, fortaleciendo la amistad que existe en el corazón de
toda pareja.
¿Alguna
de estas señales te resulta demasiado familiar?
Tal
vez sea el momento de buscar ayuda.
Muy interesante lo que escribes. La pena es que la mayoría de las parejas que fallan no acuden a tiempo a buscar ayuda y supongo que es porque el cariño se pierde de tal manera que "no interesa arreglarlo". Si el amor se acaba... ¿por qué seguir?. No hablas del amor y es la base de una pareja. ¿No puede ser que cuando falta, todo lo que dices empieza a sugir?.
ResponderEliminarBss
¡Gracias por tu comentario Mari Posa!
EliminarNo es tan sencillo decir que el amor es la base de una pareja, pues el amor se da en otras muchas relaciones que tenemos (con nuestros hijos, familiares, amigos...). El amor es un conjunto de muchas cosas: respeto, admiración, cariño, comprensión, aceptación, es cuidar el día a día, los pequeños detalles, conociendo en profundidad al otro... en definitiva fortaleciendo la amistad. Esto es al menos lo que se descubrió que tenían en común todas las parejas felices y satisfechas con su relación.
Buena observación la que haces, pero lo que sucede, según Gottman (y yo estoy de acuerdo) es que el orden es a la inversa: el amor se va perdiendo porque se va dando todo lo anterior y porque se descuida la amistad en su sentido más amplio, y entonces se instauran los planteamientos violentos, los cuatro jinetes, la pareja se distancia... y no al revés, no es que se pierda el amor de pronto y sin ninguna razón ni antecedente, y luego se dé todo ello. Porque incluso si fuera así, y se perdiera el amor en primer lugar, ¿por qué razón hay que acudir a las críticas, el desdén, el desprecio... ? ¿Acaso tratamos así a otras personas a las que no se ama? El hecho de no sentir amor por alguien no justifica que se le desprecie, a esto se llega después de que se instauren sentimientos de negatividad, de hostilidad...
Y cuando se llega a ese punto, es lógico que se quiera abandonar, pues la relación se convierte en un tormento. Y aunque es cierto que muchos matrimonios se pueden salvar si reciben la ayuda adecuada, también depende de otros muchos otros factores, y mi opinión es que hay veces en que hay que aceptar que una relación está definitivamente muerta. Se puede reanimar a alguien que está agonizando, pero no se puede sacar a alguien de la tumba después de 20 años e intentar que vuelva a la vida.
Pero en muchos casos merece la pena intentar salvarlo, al menos antes de llegar a ese punto, porque también se ha comprobado que vivir felizmente en pareja tiene múltiples ventajas en muchos sentidos, pero es que incluso la salud se ve claramente beneficiada. Tanto que las personas felizmente emparejadas viven de media 4 años más.
¡Un saludo!
¡Hola, Paula!
ResponderEliminarMe ha encantado leerte, inaugurar tu blog "contigo" de alguna manera en esta mañana de sábado (y primera de este otoño), hablando sobre las relaciones de pareja desde un punto de vista psicológico.
Hay algunos puntos que parecen demasiado evidentes, pero a veces las evidencias están ahí y no sabemos (o no queremos) verlas.
Lo que me ha resultado muy interesante es eso de que las "aventuras" suelen ser consecuencia y no causalidad.
En fin, que te seguiré leyendo cuando pueda y me alegro de que emprendas este nuevo blog. Recuerda que estas cosas siempre hay que tomárselas como afición y nunca como obligación, y que esa suele ser la fórmula mágica de casi todo en la vida.
Muchos besos y suerte,
Manu.
¡Gracias Manu! Me alegra mucho que me acompañes en este proyecto, espero que sigas haciéndolo y que sea de tu agrado.
ResponderEliminarDesde luego que tienes razón: a veces las cosas más evidentes, paradójicamente son las que más cuesta ver y las que más fácilmente se olvidan. Por eso está bien recordarlas e incidir en ellas.
Y gracias por el consejo de tomármelo como una afición, muy acertado, intentaré que así sea, al menos ese es el objetivo y con la intención que lo he creado. Construirlo como una forma de diversión. Es verdad que si todo en la vida lo hiciéramos como un juego, como una afición, como algo divertido y que lo hacemos simplemente porque nos apetece, porque nos gusta, por amor al arte... otro gallo nos cantaría!
Un besote!