miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Podemos auto-hipnotizarnos? La psicoterapia autógena


Esta vez quiero compartir con vosotros un tipo de técnica aún poco extendida en la práctica clínica psicológica y sin embargo, con muchísimo potencial e importantes beneficios.  Te adelanto que, resumiendo de una forma un poco rústica, podría decirse que es una mezcla entre meditación e hipnosis. Estoy segura de que te va a interesar. 

A mí me interesa por muchas razones, pero me llama especialmente la atención un aspecto: uno de sus puntos clave es la aceptación y la concentración pasiva, que se relaciona directamente con un no-control, lo cual es opuesto a la más extendida idea de nuestra sociedad y de la mayoría de las terapias, que es buscar a toda costa un control. Querer controlar algo supone oponerse y luchar contra ello,  pero en muchas ocasiones lo único que se logra es un aumento de aquello que intentamos controlar y una prolongación del sufrimiento, y en la práctica clínica, dificulta el progreso terapéutico.

¿Quieres saber más sobre esta técnica? ¿Te interesa conocer sus efectos?

Seguro que sí. 

¡Pues sigue leyendo!





¿Qué es el entrenamiento autógeno?

El entrenamiento autógeno es un método psicológico de orientación psicofisiológica que consiste en la auto-inducción repetida de estados inhabituales de conciencia, mediante la concentración pasiva en determinadas sensaciones físicas propioceptivas y la repetición mental de unas fórmulas específicas relacionadas con esas sensaciones (peso, calor, corazón, respiración, plexo solar, frente y algunos ejercicios adicionales).

Durante su práctica se activan zonas clave del cerebro que potencian la autorregulación y el equilibrio psicofisiológico. Gracias a ello, se desarrolla la capacidad natural para mantener la calma y para neutralizar los efectos del estrés y de los traumas; además, mejora la eficiencia cognitiva y desarrolla la intuición y la creatividad, facilita la conciencia de uno mismo, el autoconocimiento y el desarrollo armónico de la personalidad.

Su desarrollo está basado en las técnicas de meditación Zen (Japón), en el Yoga (India) y en otras técnicas de relajación y autosugestión budistas. Lo que ocurre es que estos métodos apenas se separan de la ideología de sus respectivas doctrinas, ya que de otro modo perderían su eficacia, y son muy difíciles de entrenar y de practicar para personas no habituadas desde pequeñas a ellas, de otro entorno cultural o con una ideología diferente.

Sobre esos conocimientos, se desarrolló una técnica que pudiera ser aplicable independientemente del entorno cultural y de la ideología, con unos principios similares, y resultados y beneficios equivalentes.

El fisiólogo alemán Oskar Vogt, en sus estudios sobre el sueño y la hipnosis a finales del siglo pasado, llegó a describir una técnica de relajación denominada “reposo auto-hipnótico psicoprofiláctico”, basada en la concentración en sensaciones de peso y calor en las extremidades.

Siguiendo esta enriquecedora experiencia de los trabajos sobre hipnosis y sugestión, y basándose en principios científicos, Johannes Heinrich Schultz perfeccionó notablemente el método y desarrolló una técnica de autoayuda que hizo pública, en 1932, con su libro «El entrenamiento autógeno».

Schultz observó que la concentración sobre sensaciones de peso y calor en las extremidades llegaba a inducir un estado de relajación profunda de manera automática y espontánea, sin ningún esfuerzo ni intención consciente al respecto. La práctica repetida de los ejercicios aumentaba la habilidad del paciente para inducir por si mismo este estado peculiar, alcanzando niveles cada vez más profundos de relajación y acumulando beneficios terapéuticos. Por eso el propio nombre del método resalta la naturaleza auto-inducida del fenómeno (esto es, independiente del terapeuta) y en la necesidad de una práctica regular para obtener beneficios terapéuticos.

Los métodos originales se ampliaron en el transcurso del siglo XX gracias a nuevos descubrimientos, e investigaciones posteriores han permitido demostrar científicamente la eficacia de esta técnica.


* La atención pasiva:


Uno de los aspectos técnicos más importante en la práctica de este tipo de método es el de “atención o concentración pasiva”. Esta hace referencia a un tipo de actitud mental imprescindible para la práctica del entrenamiento autógeno, que la mayoría de los sujetos pueden desarrollar de manera casi intuitiva, si son debidamente guiados para ello.

Este tipo de concentración es diferente de la empleada a diario para la resolución de problemas en nuestra vida cotidiana, y sin embargo no tiene nada que ver con el abandono de la imaginación ni con la distractibilidad fácil.

La atención activa, que es la que habitualmente empleamos y la mejor (o la única) que solemos entrenar, se ejerce de manera voluntaria, regulada por el deseo consciente de un objetivo determinado que se pretende alcanzar y que se acompaña de sensación de esfuerzo, y, generalmente, de sentimientos de tensión y frustración cuando no se logra el objetivo predeterminado.

En cambio, la concentración pasiva es aquella que no pretende ningún fin concreto, y puede ser receptiva, cuando se mantiene equitativamente abierta a todo objeto o estímulo que aparezca en su campo, sin dejarse arrastrar por ninguno en concreto, y dispersa, cuando es atraída de manera irregular por los diversos estímulos que se presentan en su campo. El único esfuerzo activo necesario consiste, más que a “hacer algo”, en “dejar de hacer”, esto es,  no controlar, mantener una actitud de observación receptiva sin rechazar ni participar en lo observado.

Así, sucede que ese “estado de relajación”, no puede lograrse directamente de manera consciente ni voluntaria. Por el contrario, aparece por sí mismo de manera inevitable, secundariamente al mantenimiento de la concentración pasiva. Las exigencias, pretensiones y esfuerzos activos para “conseguir relajarse” o "dejar la mente en blanco" estropean la experiencia, ya que una de sus características esenciales es la despreocupación o “desapego” total de los resultados. 

La concentración pasiva en estímulos propioceptivos (es decir, los estímulos que nos manda nuestro propio cuerpo) ejerce un potente efecto psicosomático, acompañado de marcados cambios objetivos en las funciones fisiológicas corporales.  Estos cambios que se producen resultan ser fenómenos opuestos a los que se experimentan en las reacciones de alerta y de estrés, lo que determinó una de las más importantes indicaciones terapéuticas del método.

 Efectos objetivos del estado autógeno:

Durante el estado autógeno, se producen numerosos cambios fisiológicos importantes, principalmente un aumento del tono trofotrópico, esto es, potencia la actividad del sistema nervioso parasimpático, cuya función principal es la de provocar o mantener un estado corporal de descanso, de relajación y  de recuperación, restableciendo y manteniendo un equilibrio en la energía corporal, disminuyendo los niveles de estrés, relajando los músculos somáticos, sincronizando la actividad rítmica betacortical, tal como la que aparece en estado de reposo o sueño, regulando y disminuyendo la actividad de los sistemas respiratorio y cardiovascular, relajando el sistema genitourinario, y excitando o activando el gastrointestinal; es el sistema que se encarga de la producción y el restablecimiento de la energía corporal. y busca retornar a un estado equilibrado. Además, el sistema nervioso parasimpático participa en la regulación metabólicoa, influyendo  en la actividad de órganos y glándulas como el hígado, el riñón, el páncreas y el tiroides.

Como contrapartida, se produce entonces una reducción de la actividad ergotrópica o neurovegetativa simpática, que es la opuesta, la que produce los efectos contrarios a los descritos anteriormente, es decir, es el sistema que prepara al organismo para la acción y por tanto, activa los sistemas respiratorio y cardiovascular, estimula las glándulas suprarrenales, dilata las pupilas, aumenta la sudoración y la salivación, y disminuye o inhibe la actividad gastrointestinal.

Las modificaciones estables de la actividad neurovegetativa sólo tienen lugar después de un entrenamiento a largo plazo (de más de 6 meses), aunque ya desde los primeros momentos se pueden notar ciertos cambios temporales y próximos al momento de la puesta en práctica de la técnica.

Hecha esta salvedad, podemos considerar las siguientes características fisiológicas como típicas del estado autógeno:

Tono muscular.
El estado autógeno provoca en la mayoría de los casos una notable disminución del tono muscular, aunque en algunos sujetos, sobre todo en los inicios de la práctica, puede darse una reacción  paradójica de hipertonía, bien por errores técnicos en la práctica del ejercicio, bien por coincidencia con descargas autógenas (se tratarán más adelante).

Función cardiaca.
En el estado autógeno se reduce de manera significativa la frecuencia cardiaca, en torno a un 5-10% menos que la frecuencia de reposo. Durante la aplicación del tercer ejercicio básico puede llegarse a una reducción aun mayor, pudiendo llegar hasta un 25%. En practicantes veteranos del método se ha observado una normalización y enlentecimiento del ritmo cardiaco y menor reactividad a situaciones de estrés emocional.

Función respiratoria.
La frecuencia respiratoria disminuye, en un término medio de 15% sobre la frecuencia de reposo, con aumento de duración de la inspiración y de la espiración, y aumento de la proporción entre tiempo de inspiración y tiempo de espiración. La amplitud de expansión torácica también aumenta, indicando respiraciones más profundas. Los requerimientos metabólicos de oxígeno disminuyen durante el estado autógeno, así como los niveles circulantes de O2 y CO2.

Circulación periférica y temperatura de la piel.
La sensación subjetiva de calor que acompaña a la práctica del segundo ejercicio básico corresponde con una elevación real de la temperatura, entre 1  y 3 ºC. Su base fisiológica está en una vasodilatación capilar, con aumento de la circulación periférica en las extremidades.

Presión sanguínea arterial.
La mayoría de los sujetos experimentan una ligera reducción de la presión sistólica después del período inicial y más adelante también de la diastólica. En general, las variaciones de la presión arterial no son consistentes durante las 3-4 primeras semanas de entrenamiento.

Actividad electrodérmica.
Se observa un aumento progresivo de la resistencia eléctrica de la piel, que llega a un nivel estacionario a los 5-10 minutos del comienzo del ejercicio, y regresa lentamente a los valores habituales en un plazo de 10-30 minutos después de su terminación.

Actividad eléctrica cerebral.
Se suele dar una tendencia a que esta se encuentre dentro de la frecuencia alfa (se originan sobre todo en el lóbulo occipital durante periodos de relajación). Algunos sujetos presentan ocasionales interrupciones de ritmo beta (asociadas con etapas de sueño nulo, donde se está despierto y consciente) y una progresiva disminución de la amplitud de las ondas alfa, con enlentecimiento del ritmo y tendencia a la preponderancia de ondas theta (normalmente asociadas con las primeras etapas de sueño, fases 1 y 2, se generan tras la interacción entre los lóbulos temporal y frontal).

Actividad neuroendocrina.
Las modificaciones endocrinas, mediadas a través de las conexiones limbo-hipotálamo-hipofisarias, suelen traducirse en una marcada disminución de los niveles circulantes de las llamadas “hormonas de estrés” inmediatamente después del ejercicio básico, efecto más marcado y consistente en los sujetos veteranos, especialmente el cortisol, cuyos niveles descienden casi un 50% durante el estado autógeno.

Estudios en sujetos veteranos con más de un año de práctica regular muestran también niveles basales en el límite inferior de lo normal, lo cual indica un efecto reductor sobre la reactividad neuroendocrina a largo plazo.

Análoga modificación se observa en los niveles de prolactina, cuya disminución durante el ejercicio sigue un perfil opuesto a las elevaciones constatadas en situaciones de estrés.

En cuanto al metabolismo tiroideo, los efectos del entrenamiento a largo plazo muestran una creciente mejora en la eficacia metabólica del yodo. Con la práctica se pone en evidencia una disminución gradual de los niveles basales de TSH (hormona tirotropa hipofisaria, estimuladora del tiroides).

Metabolismo general.
 Aunque no hay cambios en las tasas de secreción de insulina en sujetos normales, los enfermos de diabetes muestran un aumento relativo de la actividad de esta hormona después de cierto tiempo de entrenamiento regular, con el consiguiente descenso de glucemia. Al tender a una cierta normalización de su alteración en el metabolismo del azúcar, necesitan menos aporte de insulina exógena, pudiendo sufrir crisis de hipoglucemia si continúan el tratamiento con las dosis habituales. De ahí que sea necesario el control periódico de sus tasas de glucemia, en previsión de una posible necesidad de reducir la medicación.
En sujetos normales, las tasas de glucemia circulantes permanecen estables, aunque tiende a disminuir localmente su metabolismo en el tejido muscular y a aumentar en el tejido cerebral.
El colesterol sanguíneo tiende a disminuir de manera estable hacia los niveles inferiores del rango normal después de cierto tiempo de práctica regular, estimado entre uno y tres meses, según los sujetos.

Actividad inmunitaria.
Es una observación frecuente la mejor actividad inmunocompetente general de sujetos veteranos en la práctica del entrenamiento autógeno, como se pone en evidencia por su menor vulnerabilidad a padecer gripes, afecciones respiratorias y resfriados comunes.

Medición directa de los niveles de inmunoglobulinas muestran aumento de Inmunoglobulina A (anticuerpo predominante que actúa como la defensa inicial contra los patógenos invasores -virus y bacterias- antes de que penetren en el plasma, e impidiendo que se instalen en las mucosas), evidente ya en sujetos relativamente poco entrenados. 

La actividad linfocitaria (relacionada con la producción de anticuerpos y la destrucción de células anormales) también aparece aumentada, así como la fibroblástica (relacionada con la cicatrización y la síntesis de colágeno).


Fenómenos subjetivos del estado autógeno:

Además de los efectos objetivos, observables, medibles… los sujetos que practican esta técnica describen todos ellos, de formas similares y consistentes,  fenómenos subjetivos llamativos. Veámoslos.

►Tono afectivo básico.

Habitualmente, los sujetos bien entrenados experimentan durante el estado autógeno una sensación de bienestar y satisfacción, difícil de describir. Esta vivencia de relajación parece ser el opuesto psicológico de la ansiedad. La vivencia de relajación consiste en la sensación, vaga y difusa, de seguridad y protección, de que todo está bien y en orden.

- El 95% de los sujetos clasificaron la experiencia de bienestar durante el estado autógeno como “diferente” de la sensación de bienestar experimentada en el estado vigil habitual.

- Un 52% de los sujetos manifestaron la experiencia de sensaciones de abandono, desinterés y libertad interior, no sintiéndose dominados o influenciados por los determinantes habituales de su conducta.

- El 40% de los sujetos describieron la sensación de que sus preocupaciones y temores habituales no tenían razón de ser.

- La sensación de estar en contacto con algo más grande que uno mismo, de participar de alguna manera en una dimensión desconocida de la existencia, de trascender la propia individualidad, etc., fue descrito por 28% de los sujetos, en su mayoría pertenecientes al grupo de mayor sofisticación intelectual.

► Mayor capacidad perceptiva de estados internos.

Durante el estado autógeno se desarrolla una mayor sensibilidad propioceptiva, cognitiva y emocional.

En las fases iniciales del entrenamiento existe también mayor capacidad perceptiva de estímulos exteriores, resultando molestos ruidos, murmullos, etc., que normalmente pasarían desapercibidos. La hiperreactividad a los estímulos externos decrece con la práctica, mientras que la perceptibilidad interna aumenta.


Algunos pacientes experimentan ocasionales accesos de ansiedad u otra emoción disfórica en los primeros minutos de ejercicio, debido en parte a esa mayor percepción de estímulos tanto internos como externos. La continuación del ejercicio mediante la técnica correcta termina con estas manifestaciones aparentemente paradójicas, al producirse la conmutación psicofisiológica y aumentar la intensidad del tono afectivo básico.


► Descargas autógenas.

Se trata de ciertos fenómenos que tienen lugar en muchas ocasiones durante la práctica del entrenamiento, generalmente de carácter desagradable para el que las experimenta.


Las descargas autógenas, según estudios, parecen estar relacionadas con la historia clínica del sujeto y pueden ser consideradas como expresión del reajuste homeostático que permite la eliminación de excitación neuronal asociada con traumas y problemas tanto físicos como psicológicos.


Las descargas autógenas pueden manifestarse como fenómenos motores, sensoriales o psíquicos, y la actitud ante ellos debe ser también de aceptación y atención pasiva: observarlos, no juzgarlos ni rechazarlos, no tratar de controlarlos, no oponerse ni luchar contra ellos, no alejarse de esas vivencias, no interrumpir el ejercicio, sólo dejarlos pasar…


 Indicaciones terapéuticas del entrenamiento autógeno:

En sus inicios, se empleó para el tratamiento de trastornos psicosomáticos y de ansiedad, pero pronto se descubrió además su indicación en síndromes de estrés, incluyendo el trastorno de estrés postraumático, insomnio, trastornos severos de la personalidad y cuadros depresivos relacionados con experiencias de duelo y pérdida.

También tiene aplicaciones extraclínicas,  debido a su efecto potenciador de las capacidades homeostáticas o de regulación del organismo, por lo que actualmente también se recomienda a personas sometidas a estrés laboral, deportes de competición, entrenamiento de astronautas, personas que actúan en situaciones extremas, o como simple profilaxis o tratamiento preventivo de las tensiones de la vida cotidiana.


¿Qué significa “estado de conciencia alterado”?

Un estado alterado de conciencia representa un cambio cualitativo y/o cuantitativo en el patrón total del funcionamiento mental, de tal modo que, el que lo experimenta, siente que su conciencia funciona en forma totalmente distinta de como lo hacía anteriormente.

El estado alterado de conciencia se puede comparar con el cambio de programa de un ordenador, en el cual la entrada de los mismos tipos de datos son procesados de una manera diferente.
El estado de conciencia habitual es la vigilia, y es solamente uno de los muchos estados posibles, cada uno de ellos con sus propias características cognitivas y psicofisiológicas.

Los estados de conciencia pueden alterarse temporalmente a diferentes niveles, y por diferentes motivos:
-    por causas naturales fisiológicas, como el sueño, las ensoñaciones o la fantasía, 
-  por enfermedades y desórdenes físicos o psicológicos  (esquizofrenia, manía, depresión, ansiedad, fiebre, desórdenes metabólicos, meningitis, infecciones, tumores cerebrales, desórdenes convulsivos, descompensación cardíaca, narcolepsia, insomnio, diabetes, epilepsia…), 
- accidentes o circunstancias extremas (agotamiento, ayuno prolongado, deshidratación, estado febriles, privación sensorial, privación de sueño, privación de oxígeno, narcosis de nitrógeno, accidente traumático, etc.) , 
-   por determinadas emociones cuando son muy intensas (rabia, miedo, ira, euforia…),
-   por sustancias, como drogas, fármacos psicotrópicos u otras intoxicaciones;
- y por último, pueden inducirse por una práctica concreta, como los producidos mediante autosugestión, deporte o cualquier actividad física intensa, hipnosis, relajación, oración, meditación,  sexo, etc. 

El estado autógeno es uno de los muchos estados posibles, y se caracteriza por ampliar el nivel de conciencia, (la hipnosis lo reduce), por ser autoinducido (en la hipnosis no se es autónomo, se depende del terapeuta para alcanzar ese estado de conciencia) mediante una práctica concreta, en especial gracias a la atención pasiva , y no es patológico ni indicativo de enfermedad.

Sin embargo, como todo estado alterado de conciencia y debido a los efectos fisiológicos que se producen, ha de tomarse con cautela, pues también puede tener contraindicaciones o efectos secundarios no deseables si se utiliza inadecuadamente o en personas con determinadas enfermedades y trastornos, tanto físicas como psíquicas. Por eso, aunque puede ser entrenado por uno mismo, y a pesar de sus múltiples efectos beneficiosos, debe ser empleado con cuidado, enseñado, guiado y supervisado por un terapeuta que lo conozca suficientemente, que pueda determinar si eres candidato apto para su empleo sin riesgos o en su caso, para adaptar y seleccionar los ejercicios a practicar por cada persona concreta.

¡Hasta la próxima!




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