¿Cuándo acudir a un psicólogo?
No existe una norma fija para determinar cuándo es el momento de acudir al
psicólogo para solicitar ayuda, ya que un problema puede afectar de forma
distinta a cada persona, por tanto es algo puramente subjetivo. De hecho muchas
veces no depende tanto del problema en sí, como del hecho de considerar que no
tenemos recursos suficientes para enfrentarlo o solucionarlo solos.
Debemos acudir al psicólogo cuando detectamos que uno o varios problemas
bloquean, entorpecen o dificultan en exceso nuestra vida, inundándola de
sensaciones desagradables y malestar, impidiéndonos gozar de sus aspectos
positivos o placenteros.
En ocasiones, creemos que somos capaces de "salir de ésta" solos,
y que lo único necesario es serenarnos y darle tiempo al tiempo. Pero a menudo,
determinados problemas no se solucionan solos ni fácil ni rápidamente si no es
con ayuda de un profesional.
Pedir es tan necesario como dar. No confundamos la autonomía o la
autosuficiencia a la hora de gestionar nuestras vidas con la negativa a solicitar
la ayuda de otras personas en un momento dado para conducir esas acciones a
buen puerto.
Recordemos que la Salud, según la Organización Mundial de la Salud, es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no únicamente la
ausencia de enfermedad.
El psicólogo es, simplemente, un experto en salud mental que actúa
como asesor y acompañante y que intentará ayudarnos a que consigamos (siempre
por nosotros mismos y desde nosotros mismos) mayor bienestar y
estabilidad, dotándonos de estrategias y herramientas útiles para manejar y
solucionar los problemas presentes y prevenir o resolver los futuros,
aumentando la seguridad en nosotros mismos, así como propiciando un mejor
discernimiento en la búsqueda de soluciones y potenciando nuestra autoestima.
Algunos de los indicadores que nos pueden dar pistas sobre cuándo deberíamos buscar ayuda de un profesional pueden ser los siguientes:
- Sentimos que la
tristeza, la apatía y la falta de ilusión empiezan a agobiarnos y a
emitirnos el siempre equivocado mensaje de que nuestras vidas carecen de
sentido.
- Todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos
solos, incomprendidos o desatendidos.
- Pensamos que la desgracia se ha cebado en nosotros y comenzamos a asumir
que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.
- Estamos atenazados por miedos que nos impiden salir a la calle,
relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, hablar
en público, viajar, etc.
- Cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras
habilidades y disfrutar de personas, animales y cosas que nos rodean.
- El miedo a
padecer graves enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas
extrañas y repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su
ausencia nos genere ansiedad.
- Nos sentimos "con los nervios de punta" y casi cualquier
situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con
agresividad o con un llanto inconsolable.
- Nos damos cuenta de que fumar, beber o consumir cualquier otra droga,
apostar..., se ha convertido en una adicción de la que no sabemos salir y
que genera perjuicios importantes en nuestra vida o en la que de quienes
nos rodean.
- El estrés empieza a mostrarse a través de sus síntomas psicosomáticos:
insomnio, dolores de cabeza, problemas digestivos, cardiovasculares,
sexuales...
- La ansiedad es una constante diaria, que impide la estabilidad y
serenidad necesarias para mantener un pensamiento positivo, una conducta
tranquila y el goce de los pequeños placeres cotidianos.
- Los silencios, los desplantes o los gritos sustituyen al diálogo, y
los problemas de comunicación enturbian nuestra relación con los demás.
- Las dificultades
sexuales afloran y vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta
de deseo, y sobre todo, la imposibilidad de gozo y comunicación con la
pareja.
Si finalmente decides realizar una consulta, recuerda que la ética
profesional por la que nos guiamos los psicólogos nos obliga a mantener el
anonimato, la confidencialidad y el secreto profesional de todas las
conversaciones que se lleven a cabo y de toda la información recabada en
cualquier momento de la terapia. Toda la información recibida, por tanto, se
tratará respetando la total intimidad y privacidad de la persona que realiza la
consulta.
Ir al psicólogo para intentar solucionar un problema no significa que debas
acudir a su consulta “para siempre”, ni mucho menos que estés "loco".
Estos son dos tabúes muy implantados que carecen de fundamento. De hecho, la
gran mayoría de personas en algún momento de su vida tiene dificultades
personales o problemas psicológicos, y además, la terapia se desarrolla durante
un tiempo limitado y busca que el paciente logre su autonomía e independencia
personal.
Cuando se tiene un problema físico de salud o alguna enfermedad, nadie duda
de la necesidad de acudir a un médico especialista, realizarse pruebas
diagnósticas y analíticas, y someterse al tratamiento pertinente, confiando en
la capacidad y en la adecuada preparación del personal médico, y no
avergonzándose por ello en la mayoría de casos.
Al igual debería suceder cuando sufrimos problemas o dificultades
psicológicas del tipo que sean: confía en un profesional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario